Al sentir una sed desesperante, bebía agua salada, y por la sal contenida en la misma, lejos de saciarse, sentía más sed e introducía sal y arena a su cuerpo que lo deshidrataba más.
Muchas veces cuando sentimos sed de amor, cariño, comprensión, verdad o atención, la buscamos en cosas que lejos de saciarnos, nos dejan peor que antes. Así, el solitario se refugia en otro más solitario; el falto de amor lo busca en los placeres y la vida desenfrenada; el incomprendido se refugia en vicios y mal carácter para llamar la atención.
Es hora ya de que dejes de llenar tu cuerpo de agua salada. Jesús dijo:
“Mas el que bebiere del agua que yo le daré,
no tendrá sed jamás;
sino que el agua que yo le daré
será en él una fuente de agua
que salte para vida eterna”.
Juan 4:14 .
Así que no busques más saciar tu sed, cualquiera que sea, en las cosas de este mundo. El único que puede saciarte es tu amigo y creador Jesús. Haz la prueba, no cuesta nada ¡¡¡y lo ganas todo!!!
Jesús les dijo:
"Yo soy el pan de vida;
el que a mí viene, nunca tendrá hambre;
y el que en mí cree,
no tendrá sed jamás".
Gracias D. Javier por enviarnos esta reflexión. Aprovecho para felicitarlo por su blog:
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