jueves, 4 de abril de 2013

El guiso de lentejas

 
La sinceridad es una virtud exigente, ya que puedes faltar a la verdad de distintas y sutiles maneras. Por ejemplo, con la simulación, que es mentir con los hechos, o con la hipocresía pasando por lo que no se es, o con jactancias atribuyéndose uno excelencias que no posee, o con adulaciones cuando se engaña para sacar algún provecho de los otros.
 
Un día el filósofo griego Diógenes estaba comiendo un plato de lentejas, sentado al lado de su casucha. No había en Atenas un alimento más humilde y vulgar. Comer guiso de lentejas, significaba ser de ínfima condición social.
 
Pasó un ministro del Emperador, y le dijo:
 
—¡Ay, pobre Diógenes! Si aprendieras a ser más sumiso y adular un poco más al Emperador, no tendrías que comer lentejas.
 
Diógenes dejó de comer, levantó la vista y, mirando intensamente al acaudalado interlocutor, contestó:
 
—¡Ay de ti, pobre hermano! Si aprendieras a comer lentejas, no tendrías que ser tan sumiso y adular tanto al Emperador.
 
Para vivir en una Patria noble y digna cada ciudadano debe aportar su conducta honesta.  A veces la falta de integridad se quiere justificar diciendo que todos actúan así; o que es la única forma de salir adelante. Es necesario vivir según los principios, aunque esto suponga ir “contra corriente”. Es la única manera de levantar el nivel moral de nuestra sociedad.
 
Padre Natalio

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